

El judoka tucumano que logró una medalla de oro en el Grand Prix de Cancún 2017, y participó de varios Juegos Olímpicos, sueña con clasificar a Tokio 2020 y nos enseña el verdadero significado de ser un deportista de alto rendimiento.
Emmanuel Lucenti: “He vuelto a mis raíces”
Los objetivos que marcan su camino, el de un deportista de gran nivel, dejan entrever su gran personalidad: autentico, sencillo, frontal, pasional y encantado de fortalecer y disfrutar de sus amistades y familiares. Emmanuel Lucenti, con sus 32 años, ha pasado por diversos procesos olímpicos: Atenas, Bejin, Londres, Río de Janeiro, múltiples medallas panamericanas y el logro que lo dejó en los mejores 7 del mundo: el tucumano se coronó campeón en el Grand Prix Cancún 2017, derrotando en la final al canadiense Etienne Briand, por wazari en la categoría 81 kg.
Sus inicios en el deporte están arraigados a su familia: su hermano y su padre fueron judokas. También jugó, en simultáneo, al futbol durante cinco años. Además conoció un poco sobre el rugby, pero, finalmente se decidió por el judo.
“Yo creo que le debo gran parte de lo que hoy soy como persona, como hombre, sin dejar de lado la enseñanza que me han dado mis padres. El judo me enseñó todo”, razonó Emmanuel.
El año pasado, además de obtener un logro que marcó la historia argentina en el judo, el tucumano consiguió volver a vivir a su provincia, (radicado en Buenos Aires desde sus 17 años): “He vuelto a vivir a Tucumán, a entrenar con mis amigos, he vuelto a mis raíces”, agregó.
Si bien arrastra una lesión a cuestas, su mente está puesta en Tokio 2020: “Estoy muy tranquilo pero prestándole atención a lo que no está saliendo bien, a lo que está fallando para lograr la clasificación lo mejor posible y ver si se puede llegar a mi cuarto Juego Olímpico”.
Para llegar algún objetivo, es imprescindible pasar por procesos, por caminos. Sin embargo, apreciarlo y reconocer su importancia es algo difícil de lograr: “Es muy importante el camino, creo que lo he aprendido de grande y medio tarde. Es lo que más nos cuesta. Hay muchas cosas que nos distraen en el día a día y muchas ilusiones que nos sacan los pies de la tierra, sobre todo cuando uno es joven”, advirtió.
“Llamarse deportista de alto rendimiento engloba una serie de cosas que es mucho más amplio que ser un buen competidor. Ir paso a paso, día a día, tratar de no desestabilizarme ante las derrotas y tampoco obnubilarme con las victorias”, añadió destacando la importancia del trabajo que realiza en conjunto con su psicólogo deportivo Diego Vargas.
Sus tres Juegos Olímpicos, sin duda le han proporcionado experiencias y aprendizajes para toda su vida: “Bejin me marcó mucho por haber superado la frustración de quedar fuera de Atenas, si bien no fue un golpe duro porque en mi lugar quedó mi hermano, fue un honor haber participado de un proceso de tal magnitud con apenas 20 años. Sin embargo, cambiarme de categoría fue todo un desafío.
Londres por el resultado porque estuve muy cerca. Y Río de Janeiro porque superé muchísimas barreras y fue el que más me costó por las cosas que tuve que pasar. Haberle regalado a mis padres y a mis amigos esta experiencia, no tuvo precio”, detalló.
El éxito lo define cada persona, y para Emmanuel es: “Estar bien con uno mismo la mayor parte del tiempo. Personalmente me siento exitoso cuando comparto con mi familia, con mis amigos, cuando estoy en armonía conmigo mismo, no es fácil”.
Sus objetivos, definen su ser como persona y como deportista: “Mis próximos objetivos son ir mejorando día a día, tratando de competir lo mejor posible al representar a mi país, a mi provincia. Tratar de ser feliz como persona también, con mis relaciones personales, formar una familia, disfrutar cada lugar donde estoy, cuando estoy”. Y finaliza valorizando lo más importante de llegar a una meta, el camino: “Ser feliz es mi objetivo. Arriba de una colchoneta, afuera, en todos lados. Divertirme, pasarla bien, aprender de la vida y disfrutar de los pequeños momentos”.